viernes, 19 de noviembre de 2010

una modesta proposición



parece que los vendavales de la rutina volverán a poner en su justo lugar los alcances y reincidencias de la última muestra nacional de teatro. yo no asisití. y no sé más que lo que me cuentan las crónicas de primera mano y el señor facebook, que para este momento parece ser el mejor enterado.

en fin, al parecer las únicas virtudes de esta muestra con respecto de las anteriores se anunciaban desde el principio: la presencia de raquel araujo en la "curaduría" y los inquietos guanatos como húespedes. mas cuando sólo treinta personas se apersonan en una charla tan fundamental como fue la de patricia chavero y tomás ejea, ya se columbra que a la muestra no se va a pensar, sino a ponerse al día, a comer semejantes y a mendrugar los restos posmodernos de lo que fernando de ita denominó los tiempos de "la muestra nacional del pito".

quedará el chisme; para variar se odiará a quien, en el uso de la razón creativa, no permite consagrar al mesias en turno; los cambios estructurales que tanto urgen a la dinámica de subvenciones y estrategias de política cultural serán dejados para la próxima mesa; y, por supuesto, teniendo el nepotismo en las narices nadie se atrevió a decir ni pío. pero bueno, el asunto se acabó otra vez, por lo que, antes de que otro año venga encima y el gatopardismo vuelva a hacer de las suyas, tengo a bien poner a consideración de los interesados una modesta proposición para el año venidero:

en primer lugar, despejemos las disputas acerca de qué teatro llevar: es irrelevante. tratándose de cotos de poder, a nadie le interesa la estética, importa la consagración, que me den un teatro, que me encarguen una obra o que me hagan una reseña.

los talleres son, asimismo, intrascendentes: siempre se trata de llevar al personal lo que está cool, casi nunca se ha visto una pedagogía razonada ni en la integración de los maestros ni en la cátedra de éstos.

las mesas de discusión son soberanamente inocuas: no hay tal discusión porque muy pocos saben en realidad articular y esgrimir un argumento y, de acaecer éste, ya se puede esperar la réplica; galimatías y opiniones personales disfrazadas de una posición inocente, silvestre, en nombre de la inspiración arística y los "eternos valores teatrales".

así, sólo quedan dos asuntos relevantes: que los teatreros se encuentren, que se pongan al día en lo que están haciendo y se quejen en coro; y lo más importante: beber y follar como sólo se puede cuando se está lejos de casa y se deja al personaje amestrado en la terminal.

entonces, si se me permite la digresión, recuerdo una entrevista a heiner müller en la revista quimera en la que le preguntaban a rajatabla, con esa astucia reporteril insensata: "¿para qué sirve el teatro?" y él, a su vez veloz y más mañoso respondía: "no lo sé; sólo hay una manera de saberlo: cerremos los teatros por un tiempo, y entonces sabremos cuál es la necesidad de la gente hacia el teatro".

de manera que, inspirado por el viejo maestro de la delación y el whisky, mi modesta proposición consiste en que en lugar de hacer una muestra nacional de teatro, se lleve a cabo una tregua nacional de teatro. es decir: parar el teatro en méxico por dos semanas al tiempo que se junta a los teatreros para no hacer teatro. como dije arriba, los teatreros podrán encontrarse, intercambiar tarjetas, embriagarse, encamarse y quemarle un cuerno a dioniso. pero a cambio, se les pedirá asistencia obligatoria -a partir del mediodía para dar tiempo a que vuelvan a la sobriedad- a conciertos de música contemporánea, a exhibiciones de cine contemporáneo; a exposiciones de arte contemporáneo; a lecturas de poesía contemporánea, a talleres acerca de teoría y crítica de los últimos treinta años y a cursos de redacción. y al final, se les pedirá un ensayo de diez cuartillas sobre la situación del teatro en méxico y su propia postura al respecto, so pena de negarles apoyos por los próximos dos años si no lo entregaran o si el documento fuera ininteligible.

en mi modesta proposición, como se verá, no se olvida lo importante pero tampoco lo fundamental: imaginar, con cierto sentido común y bajo la mayor diversidad, el teatro que queremos para el mundo que estamos obligados a conocer, y que comúnmente damos por sentado.

pero, sobretodo, y aquí es donde estriba mi mayor astucia -debo decirlo guárdandome cualquier modestia-, se evitará ese purgatorio de instituciones y artistas llamado selección anual, pues esta tregua nacional estará abierta para todo aquel que quiera aparecerse. y como no abundan los valientes que quieran pasársela sin teatro por dos semanas, irán los que se elijan a sí mismos así que nadie podrá quejarse de no haber sido contemplado.

y aunque aún mi imaginación barrunta los how to do it, de la voluntad de los hacedores de teatro depende la suerte de esta sencilla aportación
amén.

rubén

1 comentario: